“Los amigos de la ciencia me cambiaron la vida”, cuenta con emoción, como si fuera el título de su próximo libro que podría recorrer su extensa y exitosa carrera científica de más de tres décadas.
Justo a semanas de haber dado con su equipo un nuevo paso fundamental en la batalla contra el cáncer, el doctor Gabriel Rabinovich explicará también que en su Córdoba natal, de pequeño, jugaba en la farmacia de sus padres, pero fue en la facultad, cursando la materia inmunología, donde daría un giro en su recorrido vocacional.
“La ciencia me salvó la vida, siento que ella me eligió a mí”, confiesa coloquial exhibiéndose desde el inicio de la entrevista como alguien sencillo, desprovisto del brillo de premios que recibió como el Konex de Platino o el Houssay, Bunge y Born o cuando en el 2017 se consagró como Investigador de la Nación.
Bioquímico y doctor en Ciencias Químicas, Investigador Principal de Conicet, Rabinovich es director del Laboratorio de Glicomedicina del Instituto de Biología y Medina Experimental (Ibyme) del Conicet.
Hace ocho años había descubierto con su grupo de expertos que, in vitro, el rol que cumplía la proteína Galectina-1 en el cáncer, como la clave para que los tumores se mantuvieran a raya. Al bloquearla, los tumores de los ratones perdieron fuerza y hace apenas semanas, Rabinovich confirmó esa hipótesis pero con tejido humano que abre un nuevo camino esperanzador.
Y además de todos esos avances, lideró el año pasado un equipo de científicos que descubrieron nuevos progresos para la cura del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) a través de la misma proteína con la que viene indagando en cáncer.
– Viene investigando y avanzando sobre la compleja relación entre el sistema inmunológico y el cáncer. ¿Podemos llegar a hablar de cura en algún momento?
– Creo más en hacer crónica la enfermedad, no me gusta hablar de cura. El objetivo es que lo que funciona se perpetúe en el tiempo, se mantenga controlado y siga habiendo mejoría inmunológica. Nosotros demostramos que el tumor produce una proteína que llamamos la Galectina 1 que ataca los linfocitos del sistema inmune y al bloquear a la misma desaparece la capacidad inmunosupresora del cáncer, la inmunidad se potencia y el tumor no crece. Es toda una investigación de treinta años y estamos muy cerca de un nuevo avance que no puedo revelar aún.
– ¿La aparición de un tumor depende en mayor medida de nuestro sistema inmune?
– Los tumores algunos pocos son hereditarios, otros en gran cantidad son por efecto ambiental como el tabaco, poluciones, agentes como virus y bacterias y un porcentaje grande se dan por mutaciones aleatorias, es decir, por cuestiones fortuitas. Obviamente el estilo de vida va ayudar a cómo hacer frente a una situación como éstas. Casi todos tenemos células malignas que crecen todo el tiempo, lo que pasa es que con un buen sistema inmune se elimina el tumor y no llegamos a enterarnos.
– ¿El huésped, el organismo, es todo y el germen no es nada, en definitiva?
– El huésped es mucho, es bastante. Cuando uno hace esa analogía con los virus, bacterias, el huésped tiene también su potencial y sus mecanismos de defensa pero también de evasión. Hay un porcentaje importante en que las infecciones depende del huésped, porque no todos nos vamos a enfermar de absolutamente todo a lo que estamos expuestos, porque tiene que ver la inflamación previa, la historia previa de vida, el microambiente, hay mucho que no está determinado por el microbio. Y en el caso del tumor es lo mismo, el sistema inmunológico es clave. Lo bueno es que con la inmunoterapia existen mecanismos para resetearlo, reprogramarlo y hacer que el sistema pueda eliminar los tumores.
– ¿En su cotidianeidad le gusta armar equipos para finalmente, como marca su historia, conseguir grandes logros?
– Me encanta el trabajo colectivo. La ciencia tiene que ser transformadora, colectiva, competitiva, íntegra y de alto impacto y de este modo unir redes, incluso federales. Ver a los pibes en las charlas que doy con esa emoción tan grande que en el país se pueden hacer cosas y que lo mejor es hacerla juntos, es maravilloso. La ciencia tiene mucho de soledad y de egos. Pero si uno convierte todo eso en desarrollo colectivo, es transformadora.
– ¿Cómo transmite a esas nuevas generaciones que para llegar hay que transitar un camino donde habrá seguro tropiezos?
– En mis charlas cuento siempre mis fracasos, porque hay estudiantes que viven todo el tiempo con obstáculos, que les cuesta mucho conseguir becas, resultados en los laboratorios. A mí también no me salían, no ganaba concursos y tenía sueños. Siempre tuve alguien que me acompañó, que me dio una mano. Hay que seguir los sueños más allá de los tropiezos, sentir lo que tu corazón dice. El problema es cuando no haces eso sino lo que los demás esperan que hagas y ahí no hay coherencia.
– Hablaba del trabajo en equipo. Conversó con al menos tres presidentes: ¿se puede trasladar esa mirada científica a un modelo de país?
– La ciencia como el arte rompen paradigmas de grietas en términos de que la única forma de llegar a tratamientos y de generar inclusión es uniéndonos todos. Un gobierno que piensa en cerrar ministerios de salud y de ciencia no va lograr que el país cambie. Tenemos que estar más cerca del paciente, de la gente. Un científico tiene que comprender la realidad de lo que le pasa al paciente, sino estamos fuera de todo. Estar siempre cerca del sufrimiento ajeno te permite investigar sobre temas relevantes. Lo que hacemos en el laboratorio nos cambia la vida a vos y a los otros. Hay que tener mucha resiliencia porque tenemos muchos rechazos de subsidios, becas de chicos, tenemos que competir con el primer mundo, donde tienen muchas más herramientas y recursos que nosotros…
Señas particulares
Bioquímico y doctor en Ciencias Químicas (Universidad Nacional de Córdoba), Gabriel Rabinovich es Investigador Principal de CONICET. Dirige el Laboratorio de Glicomedicina del Instituto de Biología y Medina Experimental (Ibyme, Conicet) y es profesor de Inmunología en la Facultad de Ciencias Exactas (UBA). El año pasado fue incorporado a la prestigiosa Organización Europea de Biología Molecular (EMBO). Es miembro asociado de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos y profesor visitante en numerosas universidades extranjeras y cuenta con más de 180 artículos en revistas científicas líderes. Escribió los libros “Inmunología molecular: nuevas fronteras de la medicina” y “Qué es el sistema inmune”. Obtuvo los premios Houssay, Bunge & Born, el Konex de Platino y en el 2017 recibió el premio Investigador de la Nación.
Fuente: Diario Clarín